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Parte II

La imagen me recordaba al antiguo circo romano, con todas esas galerías subterraneas abiertas que se veían desde arriba, como heridas profundas en la tierra. No sabía qué había sido antes el sitio en el que se encontraban, la verdad que podría ser cualquier cosa, un centro comercial, un parking , un estadio de fútbol..., era irreconocible. Ellos se llevaban todo. No tenían suficiente con destruir, también se llevaban los escombros. Por eso solo quedaban esas brechas en la tierra, testimonio de una gran edificación.


No podía dejar de mirar el agujero, el borde donde el suelo acababa y la alfombra verde de hierba se cortaba.


-¿Quieres volver a bajar?, no vamos a encontrar nada más ahí abajo. No somos los primeros - La voz me sacó de mis pensamientos y le miré. No había cambiado nada en diez años, la única diferencia era la barba.

-No que va, solo estaba relajándome. - Me levanté del suelo sin dificultad a pesar de llevar un buen rato con las piernas cruzadas. Solo un ligero adormecimiento en la pierna derecha. -Además con lo que te ha costado salir la primera vez seguro que te quedabas aquí abajo y tendríamos que venir a darte de comer- le dije en tono irónico.

Me miró y sin decir nada volvió sobre sus pasos.

Tal vez si que había cambiado algo, pensé mientras seguía sus pasos.


Después de caminar un rato llegamos a una explanada sembrada de pequeñas hileras de humo, era como un antiguo campamento de guerra romano pero mucho menos extenso, no habría más de diez.

Al acercarnos se empezaron a distinguir los refugios, pequeñas tiendas con materiales improvisados. Entramos en una. Dentro había una mujer, el hombre de la barba la besó y se sentó a su lado. -Esto es todo lo que había- dijo descolgando la bolsa de deporte de su espalda. La mujer abrió la bolsa y puso cara de disgusto.

-¿Más chocolate?, llevamos dos días comiendo esto.- Pero realmente sabía que no se podía quejar, cuando estuviéramos de vuelta ya comeríamos otras cosas más... “sanas”.

Me senté en frente de ellos y me quité la chaqueta. Al menos no hacía frío - Es cierto, solo había una máquina expendedora, estaba en la segunda planta (o sótano mejor dicho), debajo de un techo caído. Tuvimos suerte- Estiré el brazo y rebusqué dentro de la bolsa, saqué un Toblerone para cenar. El hombre de la barba cogió un Snickers y la mujer un Kit-Kat. El chocolate estaba blanquecino, pero aún así conservaba su sabor. Traté de disfrutar del Toblerone, me traía viejos recuerdos.


Después de cenar jugaron un poco a las cartas y se durmieron. Aún no había oscurecido del todo pero mañana tenían que regresar y sería un viaje largo.

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