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Pingüinos pilotos

Y aquí estoy esperando mis 30 minutos reglamentarios, en beneficio de mis ojos. No es broma, cada vez puedo llevar menos las lentillas..., me los estoy jodiendo.

Y mira que ahora uso las gafas bastante.

Y nada, no se, me han gustado los pingüinos, espero que a ella también.

Mañana tengo día familiar en escalona con mis tíos, no me atrae mucho la idea pero bueno, hay que estar con la familia de vez en cuando.

¿Qué hago con el proyecto?, ¿Me meto en "gestión del tráfico aéreo"?, joder

¿Me voy a ir de vacaciones?

Tenemos que hacerle un video a claus y mandarselo en modo recuerdo o algo así. Joder, he visto unas fotos y está algo cambiado. Todos crecemos, no podemos evitarlo. El tiempo da igual, siempre va a pasar, lo importante es lo que hagas con él.

Mañana tengo que "madrugar", tengo que ir a Escalona. También debería leerme el taco de hojas en inglés de la documentación de la tecnología del proyecto para darle una respuesta al profesor. Creo que paso. ¿El domingo?, sinceramente, ójala tenga cosas mejores que hacer y no lo lea.

En fin, me voy a dormir. Un saludo para todos mis lectores, hasta los "egiptos".

Guttenjagen


Parte III

Un ruido lejano me despertó, de no haber sido por el ligero temblor que le acompañaba quizás no hubiera abierto los ojos. Me incorporé como pude y miré a través del hueco que quedaba entre las dos chapas que improvisaban nuestro refugio. Aún no había salido el sol del todo y el suelo estaba húmedo. Mi ojos entornados no alcanzaron a ver gran cosa, todavía no se habían acostumbrado a la claridad.


-¿Qué pasa?- oí a mi espalda. El hombre de barba se acababa de incorporar y me miraba con cara de sueño.

-No lo se, creo que he oído un ruido. No he sido el único - le respondí mientras cogía la chaqueta. - Voy a salir a echar un ojo, preparaos por si acaso.


El suelo estaba resbaladizo, caminé a paso ligero por el manto verde hacia una tienda cercana. Cuando estaba apunto de llegar unos gritos me sobresaltaron - ¡Están aquí! ¡Son ellos! - Dos muchachos bajaban a todo correr por una loma cercana. Me di la vuelta y vi al hombre de barba saliendo de la tienda, él y todo el campamento habían oído los gritos.

-¡Tenemos que irnos!- me gritó nervioso, pero yo no estaba dispuesto a irme de allí sin verlos. Desde el incidente no era capaz de recordar como eran ellos, apenas si recordaba los acontecimientos de unos meses atrás. En cambio los recuerdos de años pasados eran claros.


Me crucé con los muchachos, realmente tenían la cara desencajada de miedo. Juzgando su edad posiblemente era la primera vez que los veían pues ya no solían aparecer muy a menudo, tres o cuatro veces el último año y en sitios muy alejados. Aunque últimamente las cosas estaban cambiando, en el último mes esta era la segunda vez que venían.


Cuando llegué a lo alto de la loma me encaramé a unas piedras para poder asomarme y ver el valle cercano. Estaban resbaladizas, después de arrancar un par de terrones de musgo pude llegar arriba.


Entonces, a lo lejos, los vi. De repente un torrente de recuerdos vinieron a mi mente, como una corriente de agua. Metí la mano en el bolsillo de atrás del pantalón buscando algo con lo que verlos mejor. Allí solo había un cartón, lo tiré al suelo sin mirar, sin duda eran los restos de la cena de ayer. Busqué en mi otro bolsillo delantero y saqué un pequeño telescopio, era un foco de unos binoculares portátiles. Miré nervioso a través de él. Allí estaban, al otro lado de la retícula verde, como si buscaran algo. Arrancando restos del suelo de una antigua construcción, ajenos a todo.


Realmente eran impresionantes.


Parte II

La imagen me recordaba al antiguo circo romano, con todas esas galerías subterraneas abiertas que se veían desde arriba, como heridas profundas en la tierra. No sabía qué había sido antes el sitio en el que se encontraban, la verdad que podría ser cualquier cosa, un centro comercial, un parking , un estadio de fútbol..., era irreconocible. Ellos se llevaban todo. No tenían suficiente con destruir, también se llevaban los escombros. Por eso solo quedaban esas brechas en la tierra, testimonio de una gran edificación.


No podía dejar de mirar el agujero, el borde donde el suelo acababa y la alfombra verde de hierba se cortaba.


-¿Quieres volver a bajar?, no vamos a encontrar nada más ahí abajo. No somos los primeros - La voz me sacó de mis pensamientos y le miré. No había cambiado nada en diez años, la única diferencia era la barba.

-No que va, solo estaba relajándome. - Me levanté del suelo sin dificultad a pesar de llevar un buen rato con las piernas cruzadas. Solo un ligero adormecimiento en la pierna derecha. -Además con lo que te ha costado salir la primera vez seguro que te quedabas aquí abajo y tendríamos que venir a darte de comer- le dije en tono irónico.

Me miró y sin decir nada volvió sobre sus pasos.

Tal vez si que había cambiado algo, pensé mientras seguía sus pasos.


Después de caminar un rato llegamos a una explanada sembrada de pequeñas hileras de humo, era como un antiguo campamento de guerra romano pero mucho menos extenso, no habría más de diez.

Al acercarnos se empezaron a distinguir los refugios, pequeñas tiendas con materiales improvisados. Entramos en una. Dentro había una mujer, el hombre de la barba la besó y se sentó a su lado. -Esto es todo lo que había- dijo descolgando la bolsa de deporte de su espalda. La mujer abrió la bolsa y puso cara de disgusto.

-¿Más chocolate?, llevamos dos días comiendo esto.- Pero realmente sabía que no se podía quejar, cuando estuviéramos de vuelta ya comeríamos otras cosas más... “sanas”.

Me senté en frente de ellos y me quité la chaqueta. Al menos no hacía frío - Es cierto, solo había una máquina expendedora, estaba en la segunda planta (o sótano mejor dicho), debajo de un techo caído. Tuvimos suerte- Estiré el brazo y rebusqué dentro de la bolsa, saqué un Toblerone para cenar. El hombre de la barba cogió un Snickers y la mujer un Kit-Kat. El chocolate estaba blanquecino, pero aún así conservaba su sabor. Traté de disfrutar del Toblerone, me traía viejos recuerdos.


Después de cenar jugaron un poco a las cartas y se durmieron. Aún no había oscurecido del todo pero mañana tenían que regresar y sería un viaje largo.

[...]

Podría escribir muchas cosas que no servirían para nada, es por eso mismo por lo que no voy a hacerlo.

[...]

¿Donde estás?

- ...

¿Me escuchas?

- ...

Y dame un fanta

Bueno, pues aquí estoy otra vez. Creo que mis treinta minutos después de quitarme las lentillas van a crear la rutina de escribir en el blog. Ni idea.

Me duele la cabeza, nada que no arregle 1g de paracetamol, formato efervescente. Así cierro los ojos mientras oigo el "chisporroteo" del vaso, estilo bebida de cola (coca-cola) pero amargo.

Antes de nada, una reseña musical extraña. Llevaba toda la semana con una canción en la cabeza, de estas veces que te acuerdas de un trozo o una melodía pero realmente no sabes la canción. Venga seguro que te ha pasado más de una vez. Bueno pues esta noche volviendo a casa por la carretera que sale de ciudad de la imagen, dirección Boadilla, me he acordado del título.

Moonlight Shadow!, de Mike Oldfield. Hace años que no escuchaba esa canción y esta semana me ha taladrado el cerebro sin motivo aparente. Pues ahí está en YouTube sonando mientras escribo.

Por cierto hoy había luna llena, muy bonita.


Y nada, los zombis siguen detrás de la valla ocupándose de sus asuntos de zombis como gruñir, roer (sí, no solo lo hacen las ratas) o chupar marcos de puertas. No se, la valla por el momento aguanta a ver cuanto dura.

Preguntas sin respuesta, que no la tendrán a menos que llame a la puerta una y otra vez. No soy estúpido, volveré a llamar aunque los zombis salgan a devorarme las entrañas. O a lo mejor me llevo una sorpresa y me encuentro un rollo de cinta de máquina de escribir.

Tómatelo a broma pero las entrañas que se comen son las mías, y duele.

Sin madalenas en el armario

Hoy me he levantado como otro día cualquiera. Ayer me acosté con la pretensión de hacer deporte pero esta mañana me ha abandonado. Mañana espero encontrarla y salir a correr.

Puse el Wifi, abrí mi portátil y comprobé el correo. Lo hago todos los días, leo el correo, las noticias..., lo que se llama rutina matinal. La verdad que ahora me resulta menos tedioso ya que al haber acabado el calendario lectivo recibo bastantes menos correos que impliquen trabajo. Y después a desayunar. Cojo mi vasito de leche, le añado cacao en polvo (para no hacer publicidad a Cola-Cao) y abro el armario. Busco Madalenas (MaGdalenas), yo nunca como madalenas pero hoy me apetecían. Y "nunca como madalenas" significa que hace literalmente años que no las como. Pero repito, hoy me apetecían. No hay.

No hay madalenas, y no puedo de parar de preguntarme ¿por qué?. Incluso con acento portugues en mi mente. ¿purh quéh no hay (pausa) madalenas?, es (pausa) algo (pausa) que no cumprendo. En serio.

Entonces sabía que mi día no iba a ser bueno. Es como una especie de profecía o premonición. Abrí el armario vi que no había madalenas y lo sabía. Así que decidí jugar a la play durante la mitad del día y la otra mitad leer un rato o ver a tele. Así se que nada bueno va a pasar, pero al menos tampoco nada malo.

Después de comer, a recoger el coche de mi padre al garaje. Llévale para que se lo pueda traer. Y conversación incomoda en el trayecto:

- Hijo, ¿no te vas de vacaciones a ningún lado? -
No lo se, no he hablado nada todavía.
- ¿por qué no te vas a Torrecilla este año con la novia?, a las fiestas, que está solo tu prima allí-
Claro que sí papa, somos grandes aficionados a los toros...

Buen intento viejo, aprecio tu interés pero no cuela. En serio, lo aprecio, si yo fuera tú tal vez haría lo mismo. Pero va a ser que no.

Después de tener un par de incidentes con el coche (sin ser mi culpa todo hay que decirlo, las madalenas tenían razón) llego a casa y pienso en la bici de mi primo. Le llamo, no responde. Está currando. A ver mañana si puedo hacerme con ella.

Y nada, el resto de mi tarde se resume en pantallas y libro. El libro va mejorando eso sí.

Espero que mañana encuentre madalenas para desayunar.


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